domingo, 28 de noviembre de 2010

Miguel Angel, Stendhal y el juicio final.

Preciosa postal tengo en mi cuarto. Me lleva a Roma desde los apuntes de esta apasionante asignatura que es la Ética.

Tenía 12 años recién cumplidos cuanto visité Italia. Cuando uno visita Italia por primera vez le pueden pasar varias cosas: la primera es que la acumulación de tantísimo arte en todas partes le produzca tibieza, que luego desemboca irremediablemente en el aburrimiento o en el “es que todo me parece igual”. O también puede ocurrir otra cosa: que sufras una especie de síndrome de Stendhal. Cierto es que a los doce no sabía quien era Stendhal.

Y así fue: aquel día sufrí “mareos, convulsiones, también me sentí aturdido, con palpitaciones, vértigo, angustia y una sensación de ahogo que me obligó a salir del recinto para tomar aire” tal como le pasó al escritor de Grenoble y como relata en sus cuadernos de viaje. Pero a diferencia suya mi caso aconteció en Roma, en la Capilla Sixtina más concretamente y no en la Basílica de la Santa Croce en Florencia como le sucedió al francés.

Pateaba el Vaticano, crucé una pequeña puerta y accedí a la suprema obra del Renacimiento italiano, las palabras de la guía turística se apagaron, o al menos dejé de oírlas (hacía rato que no las escuchaba). Se desvanecieron mientras un silencio terrible llenaba la enorme estancia. La magnificencia sobrenatural del lugar hacía apuntar hacia arriba los mil doscientos cuellos de los turistas presentes. Casi nada.

No importaban nombres o fechas, cielo, purgatorio o infierno; no importaba el sentimiento de perfección artística; sólo importaba una sensación de pequeñez tan grande que no te parecía estar allí.

Me sentí insignificante pero dichoso a la vez de que mis ojos pudieran alzarse a ver la gloria hecha pintura ¿Cómo? ¿Qué genio pudo volcar toda la salvación de la humanidad en una pared y un techo? Terribilitá, por supuesto, del gran Buonarroti y con detalles de otros colegas del gremio, como Rafael. Pero eso no lo sabría hasta mucho tiempo más tarde. Dejemos las artes plasmadas, la Creación del hombre y demás joya. Me quedo con una cosa. El juicio final.



En medio de todo, con el brazo levantado y mirada furiosa, mientras nos juzgaba impasible. No era un Cristo bueno o compasivo, humillado o agónico, era el Rey de Reyes. El amo de la barraca. Da igual que seas cristiano, ateo, moro, de la religión jedi o un escéptico que al mentar la Iglesia solo se acuerda de curas guarros y la Inquisición, da igual que te creas el mensaje o no.Esa figura te aplasta sin contemplación: desde lo alto. Se acabó, apaga y vamonos. Esto se puede convertir en un cuadro de Brueghel el viejo en cuestión de minutos porque el kiosko se cierra. ( hablaremos de ese cuadro con calma otro día)

Y yo hoy, en casa, donde lo más que he pintado es el cuarto de mi compañero de piso, pensando el Italia y en Sevilla cuando debería darle a la Ética un golpe certero. Si el kiosko se cerrase ahora me pilla en bragas ( es un decir).

Gloria al genio. Gloria al arte. Gloria a Miguel Ángel.

A seguir chapando, quedan 19 días para que todo acabe...bien, espero.


miércoles, 17 de noviembre de 2010

Sobre amor, muerte y paradojas...

-Verás, cariño, solo hay dos cosas por las que merece la pena escribir.
-¿Cuales?
- El amor y la muerte.
- Exageras...
- No fijate: toda las grandes obras de la literatura, el cine, el arte, las mejores canciones...
- No sé...
-Y en la historia. ¿Qué no? Escucha estas paradojas sobre el amor. Quedan miles perdidas en el día a día, hay otros de ejemplos en más sitios.

Mira amor, para que luego veas las contradicciones de los enamorados, vidas marcadas por esas dos realidades, las únicas. Hay pasos intermedios, pero básicamente es así. Es viejo este texto, de Elvira Lindo creo, pero tiene algún punto propio.

Catulo dedicó toda su obra a Lesbia.

Elena de Troya lanzó mil barcos a una guerra por ella.

Antino se arrojó a un estanque cuando pensó que ya no era suficientemente bello para Adriano. Marco Antonio perdió un imperio por Cleopatra.

Lancelot traicionó a su mentor y mejor amigo por el amor de la reina Ginebra, y enfermo de amor y remordimiento emprendió el peregrinaje en busca del Santo Grial.

Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, se casó por amor con la hija del hombre que había matado en duelo.

Robin Hood raptó a Lady Marian.

Beatriz rescató a Dante del Purgatorio.

Petrarca dedicó toda su obra a Laura.

Abelardo y Eloísa se escribieron durante toda la vida.

Diego Marcilla, en Teruel, cayó muerto a los pies de Isabel de Segura al enterarse de que ésta había desposado al pretendiente designado por su padre.

Julieta bebió una copa de veneno cuando vió muerto a Romeo.

Melibea se arrojó por la ventana a la muerte de Calixto.

Ofelia se tiró al río porque pensó que Hamlet no la amaba.

Polifemo cantó a Galatea hasta el final de sus días mientras vagaba lloroso entre prados y ríos. Boticelli enloqueció por Simonetta Vespucci después de inmortalizar su belleza en la mayor parte de sus cuadros.

Juana de Castilla veló a Felipe el Hermoso durante meses, día y noche sin dejar de llorar, y acto seguido se retiró a un convento.

Don Quijote dedicó todas sus gestas a Dulcinea.

Doña Inés se suicidó por don Juan y regresó más tarde desde el paraíso para interceder por su alma. Garcilaso escribió decenas de poemas para Isabel de Freire, aunque nunca la tocó.

San Francisco de Borja abandonó la corte a la muerte de la emperatriz Isabel.

No volvió a tocar a una mujer. Isabel de Inglaterra rechazó a príncipes y reyes por el amor de sir Francis Drake.

Sandokán luchó por Marianna, la Perla de Labuán.

Werther se pegó un tiro en la sien cuando le anunciaron la boda de Carlota.

Hölderlin se retiró a una torre a la muerte de Diotimia, a la que no había tocado jamás, y no volvió a ver la luz del sol.

Rimbaud, que había escrito obras maestras a los dieciséis años, no volvió a escribir una sola línea desde el momento en el que se terminó su relación con Verlaine, se hizo tratante de esclavos y se suicidó literariamente.

Verlaine intentó asesinar a Rimbaud, acto seguido se convirtió al catolicismo y escribió “las Confesiones”, nunca volvió a ser el mismo.

Julián Sorel aguantó dos meses sin mirar a los ojos a Matilde de la Mole para recuperar su cariño. Ana Karenina abandonó a su hijo por el amor del teniente Vronski, y se dejó arroyar por un tren cuando creyó haber perdido aquel amor.

Camille Claudel enloqueció por Rodin, que nunca movió un dedo por ella.

Stalin se volvió un genocida cuando Katia murió.

Rainiero de Mónaco se volvió un hombre triste cuando Grace Kelly se mató en aquella curva.

María Callas enloqueció cuando Onassis le abandonó sin mayor miramiento para casarse con la viuda de Kennedy.

Y yo, amor mío, me vi perder el control en un puente de Cambridge, mientras una barca de universitarios volcaba en el río Cam. Y me hubiera ido para siempre si me lo hubieras pedido...

Viernes, día 19 de noviembre, a las 7, 50 de la mañana. Estación de Autobuses de Burgos


domingo, 14 de noviembre de 2010

Yo de mayor quiero ser como él.

- Papá, vamos a ir al cine a ver la nueva película de Álvaro Hernández. Ya sabes el Spielberg no judio.
- ¿Sabes, hijo? Yo estudie con él...
- ¡ Qué dices, viejo! Si es de North Carolina y se casó con una bella hondureña. Además no tienes ni idea de cine. Ya chocheas...bueno, dame pasta que tengo que recoger a Helena en aeropatín.
- Yo de mayor quiero ser como él
- ¿Qué dices, papá?
- Eee...nada...

Disfruten esta joya en PANAFLEX




Si quieren alguna fantástica impresión de esta joya, el bueno de Philip lo escribe aquí y el blog de bohemios Poptimista también lo muestra.

Más trabajos del director aquí: http://www.youtube.com/user/Butifarra

Solo espero que en los Oscar se acuerde de los Sonotones...

Una vez dirigió otro corto en el que trabajé, iba sobre un Colegio Mayor en una ciudad del norte de España. Otros tiempos. Otra vida. Que pena que el amonal y las mazas vayan a reducir ese chinguero a polvo.



Seguiremos desde aquí tu trayectoria, gran Álvaro.
Y en 4º a partir la pana.
Feliz Domingo




viernes, 12 de noviembre de 2010

Burgalés en Sevilla.

- Y esto se llama tortilla de camarones...
- Entiendo. Trae acá.
- ¿Y bien?
- mmmmmmmmm...

Calle Betis, sentados a 50 metros del puente de Triana. Anocheciendo. La torre del Oro iluminada a mi derecha y la Real Maestranza, en blanco y oro, se alza imponente ante mis ojos. Degluto la tortilla bajo su atenta mirada y la conversación continua animada mientras damos cuenta de la fuente de pescaito frito. La noche nos envuelve, sin sorprendernos. No hace frío, ni un atisbo pero un ligero escalofrío recorre su cuerpo. Cojo su mano. Deja de mirarme así, reina. Billie Holiday viene a mi cabeza sin saber el por qué. Sonrío y nos vamos hacia la Plaza de Cuba.

Ese río que quiso ser mar, ese río que vio el oro de América, los sueños de los descubridores y por el que entró hasta la patata a Europa circula bajo mis pies. María asegura que ahora el Guadalquivir está poblado por peces de tres ojos y bañarse significaría aparecer con otra oreja. Mínimo.

Nos dirigimos en metro más moderno del mundo ( por el bien de mi relación no escribiré más sobre este moderno medio de transporte que colma de orgullo a la capital andaluza) al exclusivo barrio residencial del Cerro del Águila. Mañana será otro día. Y puede que en Sevilla llueva, dicen que aquí es una maravilla

- ¿Quién me iba a decir a mí que terminaría aquí?
- ¿Qué pasa?, ¿no te gusta?, ¡No te cueles, eh!

Pienso. No me gusta, me encanta. Ciudad profana y sagrada. Grandiosa y ombliguista. Pero sobre todo genial. Preciosa como la virgen de Triana, pero contra la Macarena.
Contradicción de pasión religioso y fervor con un nivel de fiesta inigualable.
Que si Betis, que si Sevilla.
¿300 días de sol? Más
¿Nieve ? Si, el ciertas barriadas. Pero no la del norte.
Una cerveza espantosa, pero refrescante.
No me lo puedo explicar, no lo puedo comprender, pero me encanta.
Grandes centros comerciales pegando con barrios miserables.
Pasas de Nervión, Triana, Santa Cruz, el Cerro del Águila.
Preciosa ciudad bipolar. Donde se da la mano la locura y el señorito, el gitano y el cani.

¿Piedras? Plaza de España. Historia viva en azulejos andaluces que reflejan también la misma historia de esa Hispalis, ciudad no-madeja-do, la del 29 y del 92. Gloria del Imperio y la patria. Que pudo ser y fue. De Hércules de Felipe González, pasando por Becquer, Machado y miles de guiris y románticos. En novelas y en óperas, en cartas de amor y poemas.

Gentes maravillosas que has conocido en poco tiempo: desde la señorita Noelia -vía Osuna/Cambridge-, y su novio Xavy, caballero de Estepa, el metódico y largo Dani, el gran ( pocas veces uso este adjetivo al referirme a una persona) Mario Quijano, con Rosi y Carmen, con su banda del Kitty, Fran, los miembros del Polígono San Pablo con Marta y Óscar a la cabeza, la viajera favorita de María, Mónica, gentes de la UPO, la familia Carrillo Estrada, la Indi y lo que me queda..
Allí estaba yo, el orgulloso burgalés,y por supuesto ella. Mi Giralda Particular. Ummm...

- ¿Álvar?
- Eeeee...sip
- Te has quedado achorrado, como dices tú. Vamos, nos bajamos aquí...
- Me encanta el metro,de verdad...
- ¿Qué dices?
- Te quiero.


martes, 9 de noviembre de 2010

Estandarizando el día a día


Hoy es martes. Un día muy feliz este 9 de noviembre por una causa particular pero martes al fin y al cabo.Hago balance del día a día en el piso como estudiante y en el horario que me ha tocado vivir.

Despertador a las 7.55. Radio. Ducha.Desayuno. Frio en la cara. Clase.Paro.Clase.Paro.Clase.Comida en comedores con Nacho. Breve tregua con el café más malo del hemisferio.Quedarse en la facultad por prácticas de: radio, narrativa televisiva, trabajos, pichins, ensayos, zarrias o a estudiar algo. Irse a casa. Más frio en la cara. En casa. Miras el reloj, las 8.30. Te tiras en la cama y llamas por telefono. Esa llamada te lleva cosa de una verla. Haces la cena. Dialogas con tu compañero de piso brevemente. Pones la tele. Recuerdas lo que no has hecho en día. Te maldices porque no has podido hacer tal cosa. Cuentas los días para verla. Sonries. Miras el reloj. La 1 de la mañana. A la cama. Das vueltas. Duermes.

Eso es un martes normal en la vida del estudiante de FCOM en 3º. Al menos de lunes a jueves. No quiere decir que lo cumpla al 100%. Pero al 80% si.

Ahora voy con las cosas que pensaba que podría hacer verbigracia de estar en piso:

Leer más. Tener más tiempo para el cine. Cultivar más las noches a base de fiestorros. Hacer más deporte. Ir más Pio XII arriba que Pio XII abajo. Organizarme mejor. Tener plantas. Estudiar en casa ( de momento, eso poco, poco). Sacarme el carné de conducir. Hacer lista de la compra en vez atacar el Eroski sin premeditación. Madurar...

Y por último las cosas que hago en el piso realmente.

Dormir. Ducharme. Comer. Usar el teléfono y el proyector de Nacho. Navegar.
Fin

Saquen sus conclusiones. ¿Cómo doy un cambio de rumbo ante la inminente llegada de los exámenes finales?

PD: Siempre me gustó esa foto, nunca supe donde meterla y me parecía un buen lugar


sábado, 6 de noviembre de 2010

Palacio de los Olalla. 2º Parte.


El Palacio de los Olalla. Un solar lleno de escombros con una enorme reja oxidada. Eso era lo que quedaba de la casa. Algo me decía que me fuera, pero no sabía qué.

La verja cedió a duras penas con un chillido metálico. Buena manera de darme la bienvenida, pensé. Luego, silencio. Una vez dentro, atravesé los restos de la casa por encima: vigas de madera carcomida, tejas de pizarra, restos de cristal... fue grande mi sorpresa al descubrir que al fondo del solar había un cobertizo lleno de cosas. Un olor a cerrado, casi putrefacto venía de dentro. Encendí el mechero para poder ver. Un escritorio con telarañas y muchas cajas cerradas. Tapas azules, lo recuerdo perfectamente. Algo desgastadas por la humedad, pero estaba allí, esperándome. Un cuaderno moleskine que no puede evitar abrir. Salí del cobertizo y me senté en una viga. Era un diario. No estaba en muy buen estado, pero se podían leer muchos fragmentos:



27 de agosto 198..


¡Por fin es mía! ¡Aún no me lo creo! El caserón me ha salido tirado. Estos paletos cuentan historias absurdas sobre él y los herederos de Antonio Olalla estaban felices cuando les dije mi precio.(...) La idea del hotel le pareció bien al alcalde, pero duda de que pueda ponerlo en marcha.

Mañana iré para allá. María no me acompaña. Opina que es una idea descabellada (...)


31 de agosto


No esperaba que la casa se conservase tan bien. La he recorrido de cabo a rabo y apenas hay goteras. El desván es muy grande y está lleno de cosas. He encontrado objetos muy valiosos: un arpa, cristalería fina... ¡hasta un ajuar de novia!(...) El despacho del indiano es espectacular, la biblioteca es de roble macizo.


3 de septiembre


Mañana llegará el electricista, el fontanero y un decorador. (...)Mi mujer se queja de que el teléfono no haya llegado hasta el pueblo. Llegará cuando convierta este palacio en un hotel de lujo.(...)Encontré un libro ayer en la biblioteca bastante curioso. Tiene las iniciales del primer dueño de la casa. Sin embargo no tiene autor ni fecha.(...) Son unas imágenes muy interesantes,(...) el libro debe valer una fortuna...



8 de septiembre


Por lo visto, Antonio Olalla no caía bien en este valle.(...) Hombre del lugar sin fama ni gloria que volvió millonario de Argentina y construyó su casa a espaldas del pueblo(...) Se autoproclamó noble y eso enfureció a la burguesía local(...). Este pueblucho será mi Argentina particular...



15 de septiembre


¡En este valle son unos malditos incompetentes! Hace días que espero a los trabajadores y no aparece nadie. (...) Ese libro es muy extraño, ayer me pareció que se movía. En las imágenes aparece un mujer sentada. Pero lo acabo de abrir y me mira. No puede ser. Es el estrés, seguro.


26 de septiembre


He encontrado una escopeta y dos cajas de cartuchos en una cuna.(...) Ayer una delegación del pueblo vino a visitarme. Querían saber cómo iba mi hotel. No sé por qué no quisieron entrar en mi casa. ¡Idiotas pueblerinos! ¿Se creen mejores que yo?(...)¿Qué les pasa a todos con esta casa?(...)Cuándo he vuelto, la puerta estaba entreabierta...el viento supongo


27 de septiembre


Esta mañana he bajado al Vill(...) para hablar con los trabajadores y para comprar comida. Dicen que hasta enero no podrán subir.... ¡y encima quieren más dinero! (...) ¿Qué les pasa a todos con esta casa?(...)Cuándo he vuelto la puerta estaba entreabierta...el viento supongo (...)La mujer del libro tiene una expresión de odio...Dios mío...no es ninguna expresión. Me lo estoy imaginando(...)



5 de octubre


Carta de mi mujer. Me pide que vuelva, que porque no respondo...(...)Hay una ventana, en el libro ha aparecido una ventana y ayer no estaba.(...) La mujer me sigue mirando, ¡pero se ha levantado!(...) No estoy loco, no estoy loco...



13 de octubre


Anoche escuché ruido en la planta baja (...)toda la cocina estaba revuelta.(...) La clave tiene que estar en el maldito libro.(...) No volveré a casa hasta que aclare esto.



18 de octubre


Algo negro deambula por la cocina y me miró... He decidido atrincherarme en el despacho con las provisiones que me quedan. (...) La mujer ha salido por la ventana ¿ Qué pasará ahora?(...) Un golpe en la puerta (...) se que viene a por mí...



31 de octubre

Por favor. Digan a mi esposa que tenía razón. (...) La habitación arde...no hay ventana...

El diario se me cayó al suelo. Retiré la mirada, buscando un punto de apoyo a mi alrededor, algo que me hiciese volver a la realidad. Pero todo seguía en silencio. Me levanté a toda prisa y volví al cobertizo. A ciegas comencé a sacar cajas hasta que encontré una de libros. Vacié el contenido en el suelo y acerté. Un libro encuadernado en cuero. Cerré los ojos, con el corazón a mil por hora levanté la tapa. Había una imagen de una mujer sentada en una habitación. Aparté la vista. Volví de nuevo al dibujo: ¡me miraba! Intenté rasgar la hoja, pero me corté con ella. Tenía que destruir aquello.Desterrarlo para siempre de aquel lugar.


Junté todos los libros del cobertizo y les prendí fuego. Arrojé el diario primero y a continuación el libro de Antonio Olalla. Le costaba arder. Pero al final se consumió con los demás. Una sensación de sosiego recorrió mi cuerpo. Permanecí allí hasta que el fuego se consumió. Cuando me fui, el cielo empezó a llover.

jueves, 4 de noviembre de 2010

El Palacio de los Olalla. Primera Parte


Dejó de llover cuando llegué al pueblo. Llevaba andando toda la mañana y estaba hambriento. Recorrí las calles en silencio, admirando las casas señoriales. Las losas del suelo, empapadas, eran una pista de patinaje mortal. Fotografié al detalle los aleros de los tejados y los escudos nobiliarios de piedra. La mayoría de aquellos palacetes estaban casi en ruina y los que no, cerrados a cal y canto. Parecía un pueblo fantasma. La plaza mayor parecía un cementerio sin lápidas: una fuente sin agua, una iglesia sin campanas y un ayuntamiento sin autoridad. Tampoco había bar, cantina o tasca.


Una furgoneta se acercaba haciendo sonar el claxon. Frenó en la plaza con un chirrido seco y cortante. Esto no pareció molestar a los pocos ancianos que estaban guarecidos en los soportales del ayuntamiento. Era el panadero, que me saludó afectuosamente:

-¡Hola ,joven! ¿Bonita plaza, verdad?

-Buenos días, ¿no es un poco tarde para traer pan? Es casi la hora de comer...

-Normalmente solo vendo tres barras de pan blanco por aquí y tengo que pasar por otros cinco pueblos. No me sale muy rentable venir, ¿sabes? Por eso vengo cada dos días. ¿Qué te ha traído aquí?

-Senderismo, fotografía, la naturaleza...ya sabe.

-Mal día has cogido..., aunque espero que luego despeje. Si sales del pueblo por la carretera hay una senda por la izquierda que...


El panadero se detuvo un instante, un cliente se acercaba:

-¡Hola, Venancio!

-Hola, Tomás. ¿ Que tal el día? Tome su media barra. El cartero me ha dado algo para usted.

-Muchas gracias, aquí tienes lo tuyo. Hasta el lunes.


El anciano me miró con desconfianza y se alejó calle abajo.

-¿ También es cartero?

-No, pero cuando hay alguna carta para este pueblo me la dan a mí. Tampoco supone una molestia, como mucho hay una cada tres meses. Jajajá.

-Entiendo.

-En este pueblo ya nadie se fía de nadie. Incluso los cuatro vecinos que quedan no se llevan mucho que digamos. En verano parece que esto coge algo más de vida, pero es pasajero. Si te fijas estamos al fondo de un valle, y esta es la única carretera. Recuerdo que hace unos años, no hace muchos, este lugar rezumaba vida. Querían construir un hotel en el Palacio de los Olalla, el que estaba allá afuera,por las eras de Santa Eugenia, pero al final... - el panadero miró al cielo agitando la cabeza- Bueno, oye tengo que irme. Te aconsejo que no te quedes mucho.

-¿ Cómo dice?

-Verás, no es por ser un chismoso , pero hay gente que dice que este pueblo está maldito. Muerto. Toda la zona de alrededor es un hervidero, sin embargo aquí... ya no hay vida. Mi mujer nació aquí y me contó que este era un pueblo de indianos que regresaron de América y restauraron las casas de sus antepasados. Hubo uno, el más rico de todos, que levantó una auténtica mansión de la que ya no queda nada.

-Déjeme adivinar...¿el palacio de los Olalla?

-Sí

-¿Pero no iban a hacer un hotel allí?

-Hace años. El comprador desapareció. Vino a vivir aquí para preparar el proyecto. Y... ¿ sabe?, hubiera sido un gran momento para el pueblo. Ahora solo quedan ruinas. El tipo no era mala gente, incluso me habló de trabajar para él. - Venancio parecía incómodo. Oye, me tengo que ir.

-¿Me da media barra? Ha sido una suerte encontrarle, ya pensaba que me iba a comer este chorizo a palo seco.

-Jajajá. Toma. Pan de verdad. No cómo esa cosa descongelada que coméis en la ciudad.


Estreché la mano del panadero y sí marchó en su furgoneta. Busque refugio donde antes estaban los ancianos y me preparé el bocata. Realmente era un pan muy bueno. Una vez di cuenta de la comida, continué mi camino. No quería seguir la carretera así que consulté el mapa. Lo cerré de golpe. Sabía donde iba a ir. Nunca fui un valiente, pero la curiosidad era una de mis debilidades....

¿Qué pasó? Pronto lo averigüaréis...